Datos biográficos de Sor Eusebia Palomino
Sor Eusebia Palomino fue una Religiosa Salesiana que nació en Cantalpino
(Salamanca, España), el 15 de Diciembre de 1899 y murió en olor de Santidad el 10 de
Febrero de 1935, en Valverde del Camino (Huelva, España). Su familia era muy rica de fe,
pero muy escasa de medios económicos. Agustín, el padre, hombre de gran bondad y
dulzura, trabajaba como bracero temporal al servicio de los terratenientes de los
alrededores, y su madre Juana Yenes atendía la casa con los cuatro hijos.
Cuando en el
invierno el campo reposaba y el trabajo faltaba, el pan escaseaba. Entonces el padre se
veía obligado a pedir la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona. Algunas veces
lo acompañaba la pequeña Eusebia, de apenas siete años, que, ignorante de lo que
costaban esas humillaciones, disfrutaba con las caminatas por los senderos del campo y
alegremente correteaba y saltaba junto a su padre, el cual le hacía admirar la belleza de
la creación y la luminosidad del paisaje de Castilla, dándole catequesis.
Su primer encuentro con Jesús Eucaristía, a la edad de ocho años, le dio una
sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor
como don.
Muy pronto tuvo que dejar la escuela para ayudar a la familia y dio prueba de una madurez
precoz al cuidar, a pesar de su poca edad, a niños de algunas familias del pueblo
mientras sus padres iban a trabajar. A los doce años se trasladó a Salamanca, con su
hermana mayor, y se puso a servir como niñera.
Los domingos por la tarde iba al oratorio festivo de las Hijas de María Auxiliadora; las
religiosas la invitaron a ayudar a la comunidad. Eusebia aceptó con mucho gusto y
enseguida puso manos a la obra: ayudaba en la cocina, acarreaba la leña, colaboraba en la
limpieza de la casa, tendía la ropa en el patio grande, iba a acompañar al grupo de las
estudiantes a la escuela estatal y hacía los mandados en la ciudad.
En su interior fue creciendo el deseo secreto de consagrarse totalmente al Señor.
Pensaba: «Si cumplo con diligencia mis deberes, tendré contenta a la Virgen María y
podré un día ser su hija en el Instituto». No se atrevía a pedirlo, por su pobreza y
falta de instrucción; no se creía digna de tal gracia, pues pensaba: «¡Es una
congregación tan grande!».
La superiora
visitadora, a la que reveló su anhelo, la acogió con bondad materna y decidió admitirla
en nombre de la madre general.
El 5 de agosto de 1922 empezó el noviciado. Se alternaban horas de estudio, de oración y
de trabajo, en unas jornadas que la llenaban de felicidad. Después de dos años, se
consagró totalmente al Señor con los votos religiosos.
Fue destinada a la casa de Valverde del Camino, pequeña ciudad de nueve mil habitantes,
situada en el extremo suroeste de España, en la zona minera de Andalucía, al confín con
Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro, quedaron
desilusionadas. La nueva hermana tenía un aspecto insignificante, pequeña y pálida, con
manos gruesas y además un nombre feo.
A la mañana siguiente, la hermana Eusebia ya estaba en su lugar de trabajo, un trabajo
variado: cocina, portería, ropería, cuidado del pequeño huerto y asistencia a las
niñas del oratorio festivo. Era feliz de «estar en la casa del Señor por todos los
días de su vida».
Pronto las niñas se fueron sintiendo atraídas por las narraciones de hechos misioneros,
vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de don Bosco, que la
hermana Eusebia recordaba gracias a su gran memoria; además, sabía hacerlas atractivas
por su convencimiento y su fe sencilla.
Fue en ese colegio donde esparció el aroma de su santidad y de su espíritu salesiano, como destacada hija de su fundador San Juan Bosco y de María Auxiliadora, siendo para todos y para todo, alegre, sencilla, humilde, servicial y muy dispuesta. Aprovechaba todos los momentos libres del día para enseñar a las niñas de su querido colegio valverdeño, todas las virtudes cristianas y sobre todo, que la verdadera sabiduría es la paz y unión con Dios. Aprovechaba también los domingos y días festivos, en los "oratorios", para enseñarles el Catecismo y hablarles del amor a la Santísima Virgen y a Nuestro Señor Jesucristo.
En ella destacaron siempre, entre otras, la veneración que sentía por las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, rezando muy a menudo el Rosario de las Santas Llagas, el intenso amor a Jesús Sacramentado (pasaba largas horas ante el Sagrario haciendo compañía al Señor o, como ella le llamaba El Prisionero del Amor) y a la Virgen Santísima. Tenía por costumbre rezar muy a menudo el Via Crucis. Ella insistía mucho en la necesidad de confesarse y comulgar frecuentemente para ser buenos católicos, y que procurásemos, al pasar por una iglesia, entrar para hacer un rato de compañía a Jesús Sacramentado.
El otro «polo» de
la piedad y de la catequesis de sor Eusebia fue la «verdadera devoción mariana» de san
Luis María Grignon de Montfort. Esa fue el alma y el arma de su apostolado durante su
breve existencia: los destinatarios eran las niñas, las jóvenes, las madres de familia,
los seminaristas y los sacerdotes. «Quizá no haya párroco en toda España se dice
en los procesos que no haya recibido una carta de sor Eusebia a propósito de la
esclavitud mariana».
Cuando, a principios de la década de 1930, se vislumbraba en España la persecución
religiosa, sor Eusebia no dudó en llevar hasta el extremo su «disponibilidad». Se
ofreció al Señor como víctima para la salvación de España, para la libertad de la
religión. Y Dios la aceptó como víctima. En agosto de 1932 una enfermedad repentina fue
el primer aviso. Después, el asma, que en diversos momentos ya la había molestado,
alcanzó niveles altísimos, agravada con otros males que iban apareciendo y atentaban
contra su vida.
En este tiempo, algunas visiones de sangre afligen a sor Eusebia aún más que los dolores
físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella, palideció
y dijo: «Rezad mucho por Cataluña». Era el principio de la sublevación obrera de
Asturias y Cataluña. Visión de sangre también para su querida directora sor Carmen
Moreno Benítez, que sería fusilada, con otra hermana, el 6 de septiembre de 1936:
recientemente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio.
En tanto se agravó su enfermedad, que, unida al asma, le acartonaba todos los miembros,
convirtiéndola en un ovillo. Quien la visitaba sentía la fuerza moral y la luz de
santidad que irradiaban aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta
la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la amabilidad del trato. A
las hermanas que la asistían les prometió: «Daré mis vueltecitas».
Murió serenamente en la madrugada del 10 de febrero de 1935. Sus restos mortales fueron
visitados durante todo el día por la población de Valverde, que repetía: «Ha muerto
una santa».
El Papa Juan Pablo II declaró a Sor Eusebia Venerable el 17 de Diciembre de 1996 y posteriormente, el 25 de Abril de 2004, la declaró Beata. De todas formas, ya se considera desde hace mucho tiempo que Sor Eusebia es una Santa, por parte de sus miles de devotos en todo el mundo, y por supuesto, para sus queridísimos habitantes de Valverde del Camino, donde pasó sus años de vida religiosa en el Colegio de María Auxiliadora.
También se conoce a Sor Eusebia con el nombre de Perla de la Iglesia Española. Su fiesta se celebra el 9 de febrero.